top of page
Foto del escritorAndrés Silvestre Gámez

LA FURIA Y LA TRISTEZA (Jorge Bucay)

Actualizado: 15 feb

banco de peces nadando en un agua cristalina reflejando la paz y armonía

Había una vez… un estanque maravilloso.

Una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente.

Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la Tristeza y la Furia.

La furia y la ira internándose en el estanque

Las dos se quitaron sus vestimentas y, desnudas, se internaron en el estanque.


La furia vistiéndose de la tristeza

La Furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se bañó rápidamente y más rápidamente aún salió del agua…

Pero ella está parcialmente cegada siempre por la ira, o por lo menos no percibe claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró…

Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la Tristeza…

Y así vestida de Tristeza, la Furia se marchó.

Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está aletargada, la Tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.

La tristeza desnuda

En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.

Como todos sabemos, si hay algo que a la Tristeza no le gusta es quedar al desnudo ante los ojos de los demás, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de Furia.

 

Cuentan que, desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la Furia, ciega, cruel, terrible y colérica, pero si nos damos el tiempo de mirarla bien, de observarla con detenimiento, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás de todo, en realidad… está escondida la más pura Tristeza.”

El mundo, ajeno a este intercambio de vestimentas, continuaba su curso. La gente, al cruzarse con la Furia vestida de Tristeza, se sentía confundida. Veían sus ojos ardientes, sus gestos bruscos, pero algo en su esencia los hacía dudar. La ira que mostraba no parecía tener la misma fuerza destructiva de siempre; en cambio, había en ella un matiz de desconsuelo, un susurro de dolor silencioso.


Emociones juntas contemplandose

Por otro lado, la Tristeza, ahora cubierta con el manto de la Furia, caminaba por el mundo de manera distinta. Aquellos que la encontraban esperaban verla sumida en su habitual apatía, pero se sorprendían ante su nueva presencia imponente. La Tristeza, incluso disfrazada de ira, no podía ocultar del todo su naturaleza. Su furia era templada, y sus arrebatos, aunque intensos, dejaban traslucir un fondo de melancolía.

Así, la Furia y la Tristeza, disfrazadas la una de la otra, recorrían el mundo, mostrando a los seres humanos que no todo es lo que parece. Enseñaban, sin saberlo, una lección vital: detrás de la ira a menudo se esconde el dolor, y detrás de la tristeza, a veces, hay una furia no expresada.

La necesidad de los sentimientos

Con el tiempo, el estanque maravilloso siguió siendo testigo de otras transformaciones.

Otros sentimientos y emociones llegaron a sus aguas, buscando refugio o un momento de paz. La Alegría, la Esperanza, el Miedo y el Amor, todos se bañaron en sus aguas cristalinas, cada uno dejando y llevando consigo un poco de lo que eran.

Y así, el estanque se convirtió en un lugar de cambio, donde los sentimientos podían descansar de su carga habitual y ver el mundo desde una perspectiva diferente. Porque, al final, todos los sentimientos son necesarios, y cada uno tiene su lugar y su momento en la vasta gama de la experiencia humana.

Y mientras el estanque reflejaba los colores del cielo y de la tierra, seguía siendo un recordatorio silencioso de que, en la profundidad de cada ser, hay más de lo que se ve a simple vista, y que entender esto es comprender un poco mejor la complejidad del corazón humano.

1092 visualizaciones0 comentarios
bottom of page